Una grata noticia en esta Feria del Libro es la presentación del título Enfermedades de José Martí. El texto, un exhaustivo estudio que combina tanto la sapiencia médica como la investigación detectivesca, es de la autoría de Ricardo Hodelín Tablada y lo publica la casa Editorial Oriente. Del autor, además de explicar que es doctor en Ciencias Médicas, tanto profesor como investigador titular y especialista en primer y segundo grado en Neurocirugía, no huelga destacar el largo camino de pesquisas que recorrió para escribir este trabajo. Del libro, podemos subrayar que, en el año 2008 en la primera edición, obtuvo el Premio Martiano de la Crítica Medardo Vitier. Otra noticia a destacar es que esta que se ofrece ahora es una segunda edición, corregida y ampliada.
Como bien se relata en las páginas, en los años en que José Martí fue paciente de diversos médicos y estomatólogos no era una práctica generalizada ese registro individual de los diagnósticos, tratamientos y evoluciones, que hoy conocemos como «Historia clínica». Quedaba entonces a decisión de cada especialista tomar y conservar las notas sobre sus casos. Súmese a eso la agitada vida de Martí, que por muchos años incluyó plurales viajes y diversos sitios de residencia a veces hasta dentro de un mismo país. Así resulta posible aquilatar el esfuerzo del autor en su investigación y la búsqueda de datos en España, Estados Unidos, México y varios países de América, además de Cuba. Podemos anotar ahí uno de los primeros méritos de esta publicación.
El resultado también se prodiga en varios anexos del texto, que incluyen abundante material gráfico, fragmentos de correspondencia y otros documentos. Uno de esos acápites ofrece una lista de los galenos y estomatólogos que atendieron a Martí, así como una pequeña reseña biográfica de cada uno. De igual modo, hay un acucioso recorrido por los enterramientos y exámenes necrológicos que recibieron los restos martianos en varias ocasiones. Sus registros dentales fueron importantes en la validación de la identidad del cuerpo. Los datos de estas observaciones sobre los restos también reafirmaron la muerte en combate.
Como es notable a través de la lectura, Martí fue un hombre con una salud bastante comprometida. Su temprana prisión, con grilletes de hierro sobre su cuerpo por casi seis meses y sometido a durísimas condiciones de trabajo en las canteras, dejaron secuelas físicas que lo acompañaron para toda la vida. En una época donde el desarrollo de los medicamentos —no existían siquiera los antibióticos— ni por asomo acumulaba los avances de hoy, estas heridas, y los padecimientos que trajeron en consecuencia, resultaban un lastre muy doloroso.
Basta recorrer su correspondencia, cosa que hizo el autor en su pesquisa y que refleja en el texto, para constatar las frecuentes menciones a ataques, dolores y las referencias a doctores, camas médicas y cuidados que hace Martí. La sarcoidosis, el principal de los males que sufría el Apóstol —y por el que fue intervenido quirúrgicamente en varias ocasiones—, provocaba también daños en su vista, su hígado, sus pulmones y hasta afecciones cardiacas y neurológicas. Solo un hombre de una fuerza moral extraordinaria, pudo llevar adelante la vida, y la obra, que nos legó el Maestro.
Luego de leer este libro, a cuyo disfrute invitamos, vale rememorar aquella frase que Máximo Gómez, «el Generalísimo» —para nada dado a la abundancia en elogios— asentó en su Diario de Campaña, en abril de 1895, y que luego reafirmaría por escrito en varias ocasiones. Ya en la manigua y luego de apuntar que suben, todos muy cargados, por caminos difíciles y montañas largas y empinadísimas, Gómez registra que: «Nos admiramos, los viejos guerreros acostumbrados a estas rudezas, de la resistencia de José Martí, que nos acompaña sin flojeras de ninguna especie». En resumen, el doctor Hodelín nos ofrece una investigación rigurosa, útil y de gran valor histórico por la figura que aborda. Resulta ser, también, un muy sólido argumento más para admirar la vida y, sobre todo, el hacer de José Martí. Únicamente con una férrea voluntad y una fe humana sin límites en la causa que encaraba, pudo legar tal obra, escrita, de pensamiento y de entereza física y moral. Para decirlo en las propias palabras del Maestro, todavía hoy, Martí sigue «resucitando a trechos, para cumplir con los deberes grandes» sin que haya enfermedad capaz de detenerlo.