Muy buenos días.
Agradezco a la editorial Cubaliteraria, al Comité Organizador de Cuba Digital y al Palacio Central de la Computación por su invitación a acompañarles en este evento.
En tiempos en que Cuba se propone transitar de un enfoque de informatización de la sociedad a otro, mucho más integral y complejo, como el de transformación digital, espacios como este se tornan aún más relevantes.
La transformación digital de las sociedades contemporáneas involucra un proceso de cambios inducidos por el uso y apropiación de las tecnologías a escala institucional y masiva, con extraordinarios ecos en el ámbito de la cultura. Ni la inversión en infraestructura, ni la digitalización de procesos y servicios, pueden por sí solas generar transformación digital. Es precisa la gestación paulatina de un cambio de mentalidad, que abre el paso a la verdadera innovación y a la integración armónica de las soluciones digitales en todos los órdenes de la sociedad. La transformación, concuerdan algunos, es precisamente el resultado de las nuevas oportunidades creadas por ese movimiento innovador, incluyendo los cambios en la cultura de las instituciones y de la colectividad.
Pero, ¿quiénes son los agentes de la transformación digital, así entendida? ¿El gobierno por sí solo? ¿Los proveedores de contenido y tecnologías? ¿La academia? ¿La industria?
La transformación digital requiere que todas las instituciones, y todas las personas, participen en la construcción de ese cambio estructural de la sociedad. Para ello necesitan desarrollar conocimientos, habilidades, competencias, aptitudes y actitudes que los configuren como agentes activos del proceso. Y es precisamente sobre este tema que quisiera enrumbar mi reflexión esta mañana.
Un reciente estudio de la CEPAL sobre Transformación Digital en América Latina y el Caribe halló que, en la región, menos del 40% de la población posee conocimientos básicos de informática, como copiar un archivo o enviar un correo electrónico con un archivo. Para actividades intermedias como el uso de fórmula aritmética básica en una hoja de cálculo, la creación de presentaciones electrónicas con software de presentación y la transferencia de archivos entre computadores y/o dispositivos, estas proporciones son inferiores al 30%. Con respecto a habilidades informáticas más avanzadas como conectar e instalar nuevos dispositivos y encontrar, descargar e instalar software, menos del 25% de la población cuenta con este conocimiento. En todos los países considerados, menos del 7% de las personas informa haber escrito un programa informático utilizando un lenguaje de programación.[1]
Y estos datos solo ofrecen pistas sobre habilidades asociadas a usos específicos, incluso instrumentales, de dispositivos y herramientas digitales. Menos datos abundan sobre las capacidades de las personas en nuestra región para navegar los complejos y sobresaturados ecosistemas actuales de información y comunicación.
Por ejemplo, ¿sabemos identificar y acceder a información fidedigna? ¿Sabemos recuperarla, procesarla, evaluarla críticamente, representarla y preservarla, de forma adecuada? ¿Conocemos nuestros derechos en línea y fuera de línea en lo que a intercambio de información e interacción comunicativa se refiere? ¿Comprendemos los principios éticos que han de guiar nuestras interacciones en el universo digital? ¿Somos capaces de garantizar nuestra seguridad en línea?
UNESCO ha denominado «Alfabetización Mediática e Informacional» (AMI), al proceso de formación de conocimientos y competencias que faculta a las personas de cualquier edad para interactuar con las fuentes de información, los datos, los medios de comunicación y las tecnologías digitales disponibles en su entorno, de manera crítica, eficaz y ética.
En realidad, no se trata de una sola alfabetización, sino de muchas; por ejemplo: alfabetización digital, en medios, en bibliotecas, en noticias, en contenidos audiovisuales, en datos, entre otras muchas.
¿Por qué es esto relevante para la transformación digital de una sociedad? Si por varios siglos saber leer, escribir y desarrollar operaciones matemáticas básicas constituyó un punto de partida importante para que las personas pudieran acceder a mejores oportunidades de empleo y participación en la sociedad, el complejo entramado informacional y comunicacional que caracteriza a las sociedades del conocimiento actuales requiere de una ciudadanía dotada de competencias que le permitan manejar en todos los espacios de la vida cotidiana el principal recurso de desarrollo de esta época: la información y el conocimiento.
Una ciudadanía alfabetizada mediática e informacionalmente está mejor preparada hacer un uso pleno y ético de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y para contribuir más decisivamente al desarrollo sostenible. Como parte de esa contribución, participa activa y responsablemente en los asuntos públicos sobre la base de acciones sustentadas en decisiones informadas.
La AMI, vale la pena subrayarlo, es una respuesta eficaz ante fenómenos crecientes como el discurso de odio y el ciberacoso. En la medida en que las personas conocen los fundamentos jurídicos y éticos del acceso a la información, la libertad de expresión y el derecho a la privacidad, entre otros, están en mejor posición para auto regular su propio comportamiento en la esfera pública -particularmente en internet y las redes sociales- y para convertirse en luchadores contra la discriminación.
La UNESCO concibe a la AMI como un conjunto combinado de competencias (conocimiento, habilidades y actitudes) necesarias para la vida, el estudio y el trabajo de hoy. La Alfabetización Mediática e Informacional considera todas las formas de medios y otros proveedores de información como bibliotecas, archivos, museos e Internet, independientemente de la tecnología utilizada.
¿Cuáles son algunas de esas competencias y habilidades de AMI necesarias en la sociedad de actual?[2]
- Reconocer y articular necesidades de contenido y medios en la vida personal.
- Comprender las condiciones bajo las cuales los proveedores de contenidos desarrollan sus funciones.
- Entender el rol y las funciones de los medios y otros proveedores de contenido.
- Localizar y acceder a contenidos relevantes para el desempeño personal en cualquier ámbito.
- Evaluar críticamente el contenido, provenga de cualquier fuente o proveedor.
- Protegerse de los riesgos en línea.
- Extraer, compartir, organizar y guardar información y contenidos mediáticos.
- Sintetizar ideas.
- Usar contenido de forma ética y responsable y comunicarlo de forma y por el medio adecuado.
- Aplicar habilidades de TICS en aras de procesar contenido y producir contenido generado por el usuario.
- Aplicar habilidades de TICS para crear productos comercializables, promoviendo el emprendimiento.
- Usar las TIC en capacidades técnicas y críticas.
- Involucrarse como ciudadanos activos con los medios y otros proveedores de contenido.
- Gestionar su privacidad.
- Interactuar con sistemas de Inteligencia artificial y juegos.
- Aplicar las enseñanzas de la AMI en otros contextos sociales.
- Aplicar la AMI para la creatividad, la resolución de problemas y la colaboración.
- Saber cómo responder ante el discurso de odio en línea.
Seguramente coincidirán conmigo en que el peso de las competencias que he enumerado apunta hacia la necesidad de convertir a la AMI en una prioridad de política pública, que logre articular a múltiples actores a escala local y nacional para empoderar a la ciudadanía para responder a las demandas del entorno.
En los últimos años, hemos visto a un número creciente de países tomar medidas concretas para integrar la AMI en los programas de estudio de sus sistemas de enseñanza. Incluso, aumentan las iniciativas destinadas a incorporar este tema a la formación de docentes. Pero todavía el acercamiento a la AMI es fragmentado. Por una parte, persiste una visión atomizada del propio concepto de AMI, donde el componente informacional y el componente comunicacional son abordados por separado, como campos autónomos y distintos. Estas experiencias enfatizan bien en el conocimiento de las TIC y el desarrollo de competencias informacionales de diverso orden o en la producción de contenidos, el análisis crítico de los medios, entre otras. Lo que se necesita es avanzar en una comprensión más integral de los ecosistemas actuales de información y comunicación y de sus múltiples interdependencias y afectaciones y preparar a las personas para integrarse a ellos, desde una perspectiva crítica y, a la vez, creadora.
Es una tarea urgente. Durante el enfrentamiento a la COVID-19, la AMI encontró una nueva oportunidad para mostrar su extraordinaria relevancia para la solución de problemas concretos, que afectan a la colectividad. Por una parte, la preocupación sobre la «infodemia» y la «desinfodemia», con su peligroso impacto en el manejo de la incertidumbre y la ansiedad por los efectos a corto y mediano plazo de la enfermedad, demostró la importancia de desatar una pedagogía de la información y los medios que dotara a las personas de los recursos para desmontar las falacias y para seleccionar las fuentes de información confiables. El fenómeno de la desinformación, que no es nuevo, se convirtió en un tema de conversación entre ciudadanos y generó acción política concreta en varios países.
Por otra, numerosos países del mundo vivieron la experiencia durante la COVID-19 de no contar con los servicios en línea necesarios para «funcionar» en una sociedad forzada a transitar de un día para el otro de un modelo básicamente presencial a un modelo virtual. Ni estaban creadas en todos los lugares las condiciones tecnológicas y organizativas para la implementación de alternativas como el teletrabajo y la educación a distancia, ni los trabajadores, los educandos y sus familias contaban con las herramientas para beneficiarse al máximo del potencial de las TIC en función de estas tareas.
Ahora que estamos aprendiendo a convivir con la COVID-19, corresponde hacer el balance y tomar las decisiones de política para masificar la formación en materia de medios, tecnologías e información. En breve compartiré algunas enseñanzas sobre las que podemos partir para profundizar en la integración de las TIC a la educación.
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Cuba se ha propuesto metas de desarrollo hacia el 2030, en diálogo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales acompaña con marcos legales y planes de acción política en distintos ámbitos. Desde el propio texto constitucional aprobado en 2019, el Estado ha declarado su misión de construir:
«una sociedad de la información y el conocimiento centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo sostenible, en la que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento en la mejora de su calidad de vida» (2019).
Particularmente, en los últimos diez años, y aún en medio de los desafíos que enfrenta el país en el ámbito económico, los niveles de inversión en infraestructura han sido crecientes. Cuba cuenta ya con más de 7 500 000 personas con acceso a Internet, de las cuales, aproximadamente el 80% se conecta por medio de dispositivos móviles. Aumentan los hogares con internet por medio del servicio Nauta Hogar y crece el número de instituciones públicas beneficiadas con conexión a la red de redes. El 47% de las escuelas cubanas ya están conectadas. Se amplía aceleradamente el despliegue de la 4G, para mejorar el ancho de banda. Aunque no abundan datos sobre los usos sociales de internet en Cuba, se puede afirmar que las personas acceden a una gran variedad de contenidos nacionales y foráneos, y también es posible advertir el potencial existente para la ampliación de contenidos y servicios digitales en el ámbito de la educación, la salud, la producción, entre otros.
El mayor riesgo que puede enfrentar cualquier sociedad con semejante avance en materia de ampliación del acceso es la desproporción entre el ritmo con que crece la posibilidad de conectarse a internet y el que se necesita para, 1) crear contenidos localmente relevantes y, 2) forjar las competencias en la ciudadanía para que pueda beneficiarse plenamente de las TIC.
Que el acceso genere ganancias concretas en materia de desarrollo económico y social es el principal desafío. Y el mayor premio.
Como afirma el director de la División de Políticas y Sistemas de Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida de la UNESCO, Borhene Chakroun, en un reciente informe conjunto de la UNESCO, la UIT y UNICEF: «El hecho de conectar los centros educativos a Internet no será suficiente para ampliar automáticamente el acceso al aprendizaje y mejorar la calidad y la equidad de este». [3]
En este sentido la Declaración Mundial sobre la Conectividad para la Educación[4] de la cumbre adoptada durante la Cumbre Global Rewired, celebrada en Dubai en diciembre de 2021, proporciona claves importantes para lograr una verdadera transformación digital de la educación.
La Declaración parte de la premisa de que, sin un cambio de rumbo, la integración tecnológica en la educación podría aumentar el aislamiento de los alumnos, profundizar las desigualdades, limitar las experiencias de aprendizaje y privatizar la educación, lo que pone en peligro su calidad de bien público.
Por ello propone tres principios centrales que pueden guiar los esfuerzos internacionales, nacionales y locales para lograr que la tecnología permita una educación centrada en la persona.
Ellos son:
- Ubicar a los más marginados en el centro de las políticas y las acciones. Este principio se fundamenta en que la tecnología y la innovación suelen beneficiar a los más privilegiados y, por tanto, es necesario rediseñar las políticas y las acciones para que estas estén al servicio de quienes más las necesitan, por ejemplo, las personas con discapacidad, el personal docente que labora en zonas remotas, las mujeres y las niñas, entre otros.
- Aumentar la inversión en contenido educativo digital abierto, gratuito y de calidad, de modo que las iniciativas actuales y futuras de acceso a dispositivos, permitan realmente que los usuarios accedan a información y recursos relevantes, a su alcance.
- Introducir cambios e innovaciones pedagógicas. Se necesitan nuevos tipos de contenido pedagógico y nuevas formas de enseñar y aprender en los entornos virtuales y en línea para ir cortando el paso a la práctica, todavía frecuente, de reproducir modelos escolares presenciales en espacios digitales. La Declaración aboga por aprovechar el potencial multimedial e interactivo que caracteriza a las tecnologías conectadas y combinarlo con lo mejor de la educación presencial.
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Los programas de Educación y Comunicación e Información de la UNESCO han implementado importantes iniciativas para fortalecer las capacidades de los Estados Miembros y, en particular, de sus sistemas educativos, para liderar el movimiento de alfabetización mediática e informacional. Ello incluye, entre otras acciones:
La elaboración de currículos de Alfabetización Mediática e Informacional para profesores (UNESCO, 2011), contienen un marco teórico de partida, una propuesta de módulos básicos y optativos, así como propuestas de ejercicios que el personal docente puede adaptar a los espacios de educativos donde se desempeñe.
En coordinación con expertos de todo el mundo, ha desarrollado una propuesta de Marco de Competencias de los docentes en materia de TIC, orientado informar a los encargados de formular las políticas educativas, los formadores de docentes, los instructores de formación profesional y los maestros en activo acerca de la función de las TIC en la reforma educativa, así como ayudar a los Estados Miembros a que elaboren criterios de competencia en la materia para los docentes, mediante la estrategia contenida en el Plan Maestro para las TIC en la Educación.
También ha producido una Guía de Política y Estrategia de Alfabetización Mediática e Informacional, que ofrece un modelo conceptual de la AMI y una propuesta metodológica paso a paso para diseñar políticas nacionales.
Ha desarrollado recursos educativos como la plataforma multimedia de recursos de AMI para docentes
Ha promovido la celebración de la Semana de Acción Global de AMI cada última semana de octubre, para promover el diálogo y las iniciativas sobre el tema en todos los rincones del mundo, y con la participación de múltiples partes interesadas.
Y ha lanzado recientemente una iniciativa de AMI en medios sociales, denominada MIL CLICKS, en idioma inglés, así como una iniciativa de Ciudades AMI, a la que les invitamos a unirse. Los detalles se encuentran disponibles en el sitio web de la UNESCO.
En Cuba, la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO ha brindado asistencia técnica durante los últimos años «para promover la alfabetización mediática e informacional en el sistema educativo». Entre estas iniciativas destaca la implementación del Proyecto TIC Paz, en el año 2015, que benefició a docentes cubanos de todo el país, y la implementación de un curso para docentes y desarrolladores de curriculum en el uso innovador de las TIC, desarrollado en colaboración con la Universidad Nacional Abierta de Madrid, en 2020.
El apoyo a la formación de capacidades para el uso de las TIC y otras tecnologías emergentes se ha extendido también a instituciones de educación a lo largo de toda la vida, con la implementación de dos ediciones de la iniciativa Juventud APK en Cuba, nombre con la que se conoce en Cuba el proyecto global de UNESCO YouthMobile. Esta iniciativa, implementada con Joven Club de Computación y Electrónica, ha contribuido desde 2019 a fortalecer las capacidades del personal docente de la institución para la creación de aplicaciones móviles sobre temas de desarrollo sostenible, utilizando software de código abierto. Con mucha alegría, hemos visto la replicación de estas capacitaciones en cascada para beneficiar a más docentes, y la incorporación de cursos sobre el tema en la oferta formativa de Joven Club a lo largo y ancho del país.
Por medio de un Programa de Participación, UNESCO tuvo la oportunidad de apoyar la creación de aulas especializadas sobre Robótica Educativa en las cabeceras provinciales del país, un proyecto de Joven Club reconocido en la pasada Feria y Convención Internacional Informática 2022, y que tiene el potencial de contribuir a la formación vocacional de los niños y, especialmente, las niñas para que se interesen por el estudio de la automática y la robótica, así como la inteligencia artificial.
A propósito, también la UNESCO se ha unido a expertos del país en el desarrollo de una propuesta inicial para la integración de elementos de la Inteligencia Artificial en programas de estudio de diferentes niveles de enseñanza.
Esperamos continuar fortaleciendo todas estas acciones de cooperación en el futuro y continuar acompañando al país en el desarrollo de programas e iniciativas de alfabetización mediática e informacional.
Muchas gracias.
Palacio Central de Computación, La Habana, 22 de marzo de 2022.
[1] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “Datos y hechos sobre la transformación digital”, Documentos de proyectos (LC/TS.2021/20), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2021.
[2] UNESCO (2021) Think critically; Click wisely: Media and Information Literacy for educators and Learners. Paris
[3] UNESCO (2020) The digital transformation of education: connecting schools, empowering learners., disponible en https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374309
[4] UNESCO (2021) Rewired Declaration on Connectivity for Education, disponible en https://en.unesco.org/futuresofeducation/sites/default/files/2022-02/Rewired%20Global%20Declaration%20on%20Connectivity%20for%20Education.pdf