«Cada año durante la Feria Internacional del Libro de La Habana se visita esta sala para otorgar el principal lauro literario que auspicia la Asociación Hermanos Saíz (AHS)», explicó Jennifer Zubizarreta, presentadora de los premios Calendario.
Anunció que este año más de un centenar de libros entraron en competencia. Los galardones representan para los jóvenes la posibilidad de entrar a un circuito de publicación muy codiciado por su jerarquía.
Entre la audiencia se encontraban escritores jóvenes e integrantes de los colectivos de las cinco editoriales pertenecientes de la AHS. Además, figuraban Alpidio Alonso, ministro de Cultura, Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro, Adonis Subit, director de la Casa Editora Abril, Lesbia Vent Dumois, vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y Yasel Toledo, presidente de la AHS. La ceremonia estuvo acompañada por la interpretación musical del joven Diego Alejandro Abreu González.
Alberto Marrero, miembro del jurado en narrativa, integrado también por Emerio Medina y Dazra Novak otorgó el premio a la obra «Versiones de la traductora» de Roberto Ráez Ávila, por «adentrarnos al proceso creativo de un creador personaje al tiempo que nos devela una historia cuasi detectivesca sobre un reconocido escritor y su traductora».
Yansert Fraga expuso, a nombre del jurado conformado por Julia Calzadilla, Nelson Simón y Evelyn Queipo, los resultados de la categoría de Poesía para niños, que le fue adjudicada a la obra «El niño de las preguntas» de Lioneski Buquet Rodríguez «por sostener con coherencia el punto de vista del sujeto lírico y estar recorrido por un aire de ingenuidad que se expresa en los aires, temas, formas y la rima».
Por otro lado, Raúl Aguiar, jurado del premio de Ciencia ficción junto a Gina Picart y Daniel Burguet, dio a conocer que la ganadora fue Nathalie Hernadez Chávez con «La biblioteca de Alexa». «Por su fusión entre elementos de lo onírico, la fantasía tradicional, la ópera espacial, la historia y el ciberpunk, en una narrativa donde destaca la reflexión acerca del abuso de poder y los vínculos afectivos. Los conflictos desembocan en una historia que casi asemeja el audiovisual».
Francisca López Leyva concedió junto a Víctor Fowler y Caridad Tamayo el lauro a Iramis Rigoberto Rosique por su obra «La actualidad de la revolución» en el apartado de ensayo, «debido al insólito manejo del género ensayístico, en un texto bien articulado con una constante enunciación de ideas propuestas desde una amplia revisión de fuentes teóricas».
Caridad Atencio explicó que la mayor cantidad de cuadernos recibidos pertenecían al género de Poesía. El jurado compuesto también por Laura Ruiz y Reynaldo García Blanco encontró «una gran variedad de discursos, riqueza y miradas que matizan la producción poética de autores en nuestro país». La obra premiada resaltó por «su madurez escritural que anuncia una voz sin desmesura, atinada y conectada con el dolor como estado natural del hombre»; confesó Atencio que «Cosas que arden sobre el pasto», de Wilfredo Roba Rodríguez, la enamoró.
En el apartado de presentaciones de las ediciones Calendario 2023, la reconocida escritora Dazra Novak alegó que «en algún lugar el Chino Heras se está sonriendo feliz de ver a tantos hijos del Centro Onelio recibir premios año tras año». Igualmente declaró: «un premio es el recordatorio de que debemos seguir esforzándonos pero también un reconocimiento de que algo estamos haciendo bien hasta ahora».
Del ensayo de Luis Emilio Aybar, La ideología revolucionaria en el trabajo una mirada desde el sector industrial (1961-1965) la escritora comentó que ilustra la conformación del imaginario del ciudadano en tanto trabajador. Constituye un estudio profundo de la evolución del sujeto revolucionario. El autor aseguró «olvidé incorporar una dedicatoria a la clase trabajadora cubana por ser la protagonista de lo que se narra y crear la proeza de la Revolución».
En el poemario de Onel Pérez Izaguirre titulado Cables de alta tensión, la escritora descubrió numerosos cuestionamientos. Explicó: «Al libro lo recorre una manera de ver el mundo desde el discurso poético a modo de maquinaria de engranaje». También hizo lectura de la pieza «Hornos de fundición»: «Al interior de la fábrica poetas de todo tipo modelan... la fábrica es un artefacto de cuidado, hay que destruirla».
Agregó el poeta que una de las lecturas que se puede extraer de su lírica es cómo el principal artefacto que tenemos en la sociedad, la burocracia, nos hace daño. El intento de Pérez Izaguirre es trata de armar a la misma poesía o a lo que el sujeto entiende por poesía.
Dazra Novak aludió en el género teatro al universo onírico o acaso sencillamente el delirio ideado por Juan Edilberto Sosa Torres. Y a los escenarios extraños que propone la obra en la cual se suprimen muchas comas. El autor relató: «El subterráneo lo escribí en 2015 y respondía a una búsqueda conceptual del Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra, proveniente de Santiago de Cuba. Trata nuestra principal obsesión de entonces: implicar al espectador como un elemento más activo, cada vez más participe en las puestas escénicas. Trasladé mis referentes visuales y literarios y otros momentos de la vida misma a la construcción teatral. Tiene que ver con la violencia, la muerte, la familia, y es una historia de ficción que retrata la oscuridad emocional de la adolescencia».
Respecto a la novela de ciencia ficción Refugiados de Martha Acosta, la escritora Dazra Novak anunció que se trata de un volumen que se divide en dos escenografías: la nave y la Tierra en avanzado estadio de destrucción. Anotó que cuenta con «personajes muy bien dibujados que muestran dos extremos de las circunstancias sociales: una madre y un hijo con poca solvencia que escapan y otro personaje que tiene todas las de ganar pero aún así huye. La obra se conduce a través de las peripecias propias de esta clase de narrativa tejidas alrededor del conflicto con la dominación y el poder. ¿A qué renuncian los protagonistas para poder salvarse? Los escenarios de la ciencia ficción terminan revelando los sentimientos y los miedos humanos».
En cambio, la colección Salvajes y dichosos de Rubiel Alejandro González Labarta, describió Dazra: «nos transporta a otras realidades en hemisferios alejados. Menciona plazas, lugares autores y músicos que desconocemos por completo debido a que no integran nuestra cotidianidad. El autor logra hilvanar historias que juegan con el minimalismo y las recorre una parsimonia. Salvajes y dichosos actúa como un incienso y encarna la imagen poética de la tranquilidad al tiempo que es una exploración de los sentires en códigos muy suaves».
«Me gusta pensar los libros como pequeñas tesis», refirió la escritora del premio de narrativa infanto-juvenil Un niño perfecto de la artista Giselle Lucía Navarro. «En su prosa Giselle apunta al niño con una determinada condición y relata cómo es el universo para esos personajes infantiles», agregó. «Las páginas invitan al lector a educarse acerca de las categorías que ajustan ¿Qué es un niño normal?».
La autora confesó que siempre he sentido una atracción particular por las personas que no encajan en lo establecido, en los esquemas. «Este libro lo escribí en un taller de escultura de la Habana Vieja, cuyo interior está destruido, pero de donde salen obras hermosas, y ese es de algún modo la escenografía del libro. Los niños van cambiando, la infancia va mutando a través de los tiempos. Confluimos todos en el mismo espacio entonces la historia no debería tener tantos sesgos ni diferencias», admitió.
Justo al final de la ceremonia, Giselle Lucía sostuvo una afirmación que se extiende a todos los autores presentes en la sala: «Cómo debe ser un escritor es algo que siempre se va reformulando».